Miriam es recluida en una cárcel controlada por el crimen organizado mientras que Adela busca a su hija desaparecida. A través de imágenes que nos sumergen en un viaje del norte al sur de México, ambos testimonios configuran una realidad donde la violencia ha tomado el control de nuestras vidas, nuestros deseos y sueños. “Tempestad” explora la travesía emocional de dos mujeres y el significado del miedo y los estragos de la impunidad. Dos voces que nos adentran en su ser más profundo, donde habitan la pérdida y el dolor, pero también el amor, la dignidad y la resistencia.
«Es una asamblea artística y lírica. Al cortar el audio de la imagen, así como al filmar a desconocidos en vez de a las protagonistas, Huezo crea la noción de que ‘lo que le pasó a Myriam, le puede pasar a cualquiera que viva en México actualmente’».
– Ken Jaworowski: The New York Times
«Si algo se puede remarcar de Tempestad , la intimísima crónica a dos voces del vacío y la desesperanza de un país sumido en la confusión y el miedo, es una suerte de belleza caústica extraída ente el esplendor de las ruinas».
– Gustavo E. Ramírez Carrasco: Icónica
«Las palabras de las mujeres recorren la película como heridas reabiertas. Están sobrepuestas en imágenes que le brinda una resonancia poética al pasos de la historia. Las tormentas salvajes que le otorgan a la película su título evocan una potente metáfora visual a lo largo de las imágenes. Gente como Adela y Miriam quedan indefensas ante la cara de la corrupción que resulta tan incesante como como indiferente como dicha fuerza de la naturaleza».
– Wendy Ide: The Guardian
«¿Qué tipo de sublimación de la violencia encontramos en el documental de Tatiana Huezo? Narración testimonial, el dolor y el miedo de una sociedad rota, palabras imposibles de decir en la experiencia política directa y siempre encubiertas por el negacionismo de la narración política dominante; pero también reconocimiento de seres humanos concretos y de metáforas cuya dureza no radica en su realismo sino en la evocación de universos paralelos, apocalípticos».
– Gustavo Ogarrio: La Jornada