Un hombre encadenado, un joven que sueña con ser parte de algo, y el militante de un grupo armado que debe ejercer una crueldad en la que tal vez no cree. Todos ellos en el centro de una violencia que no comprenden. La película, a través de tres historias sucesivas, le da rostros únicos, no intercambiables, a la realidad trágica de la guerra. Los personajes, cada uno parte voluntaria o involuntaria de un mecanismo que los supera, revelan su grandeza o su miseria en las “mínimas” tareas de las que se ocupan para sobrevivir. A partir de esa poesía -a veces macabra- de lo cotidiano y de la verdad irrefutable de los detalles, vemos un país cuyo cuerpo social está herido y enfermo. Pero donde, sin embargo, se intenta ser feliz y se vive soñando y amando.
Mi concepción sobre el cine y la vida han cambiado desde hace unos años cuando me diagnosticaron una enfermedad degenerativa. Comenzó para mí una búsqueda de sanación y en el proceso, lo que más me impacto fue sentir una verdadera y sincera empatía por el dolor del otro. Fue poder reconectarme con otro ser humano. Y ahí encontré lo que para mi es el corazón de Violencia como película: generar una empatía por el otro a partir del dolor. Por eso Violencia es
una película sobre la experiencia vivencial de la violencia, y no una película que simplemente cuenta una historia. No quería que la película se redujera únicamente a tres personas sino por el contrario quería que ellos fueran arquetipos de los cientos de personas que atraviesan las mismas situaciones. Para lograr aquello desarrollé la observación de la cotidianidad de los protagonistas. Fue crear lazos con ellos a partir de acompañarlos en su vida, en sus momentos más privados y en los más públicos. Fue a fuerza de poder estar con ellos viéndolos hasta en los más pequeños detalles que logré reconocerlos como mis pares. Simplemente observando, permitiendo que el paso del tiempo cimentara una relación con ellos sin necesidad de explicarlos o darle un juicio de valor a lo que viven o hacen. Violencia son tres historias distintas que destruyen el espíritu, los sentimientos y el cuerpo, y allí encuentro una película en la cual el espectador será capaz de identificar al otro como un ser humano de carne y hueso y será capaz de mover su corazón.
–Jorge Forero