Alucinaciones y realidad histórica cruzan caminos en esta inquietante y desoladora película de Pedro Costa. Continuando la historia del migrante Ventura, quien en la obra maestra «Juventude em marcha» es desalojado de su casa en los suburbios de Lisboa y reubicado en una moderna unidad habitacional, «Cavalo Dinheiro» lo retoma hospitalizado y en un estado intermedio entre la melancolía y la locura. El pasado de Ventura, sus fantasmas y la historia olvidada de Portugal se suceden orquestados en un hipnótico claroscuro. Con «Cavalo Dinheiro» Pedro Costa regala un melancólico y poético homenaje a los marginales de Portugal.
“En un documental sobre su obra, Pedro Costa explicaba que hacer cine es muy sencillo: uno se levanta, va a la locación correspondiente, filma hasta que se hace tarde, se edita el material rodado y se vuelve a preparar todo para el día siguiente. Con esta cándida declaración, el autor portugués dejaba en claro una ética que lo llevaría a realizar, entre otros títulos, Ossos (1997), No quarto da Vanda (2000) y, más tarde, Juventude em marcha (2006); películas que mostraban a los personajes del ya desaparecido barrio de Fontaínhas en sus vidas diarias y pesares. En Cavalo Dinheiro, Costa retoma la figura de Ventura, aquel albañil inmigrante que en Juventude Em Marcha deambulaba como un fantasma por un mundo que ya no era el suyo. Esta vez, los fantasmas son otros y provienen de un pasado que dejó heridas ya imposibles de borrar. Así como John Ford mostraba la historia de todo un pueblo a través de un personaje, Costa, junto con Ventura (y también Vitalina y Tito), hace algo similar: retrata una forma de vida (y, a la vez, de hacer cine) que parece extinguirse o desaparecer entre las sombras.”
– Marcelo Alderete
“El portugués Pedro Costa regresa a personajes familiares para una contemplación inolvidablemente bella del pasado tumultuoso de su país y de su incierto futuro.”
– Scott Foundas: Variety
“El director tiene un montón de influencias, Stanley Kubrick y los clasicistas del viejo Hollywood como John Ford entre otros, pero su estilo es propio: exigente, pero onírico.”
– Michael Phillips: Chicago Tribune