Phillip es un joven actor en un momento brillante de su carrera. Siempre sobre las tablas, se convierte cada noche en un personaje diferente. Un día, antes de una representación de Woyzeck, se encuentra con su tío Walter, viejo domador de osos errante. El desprecio del padre de Phillip siempre les ha separado, pero pronto descubren que tienen mucho en común: el arte de la representación. De suerte que ambos irán devanando una madeja de momentos impagables en los que nace una estimulante sintonía, insólita en tan dispar dúo. La cautivadora historia de una amistad profunda —y a veces agridulce, como todas las que dejan huella en la vida— que desembocará, para Walter, en su escenificación maestra.20
«El filme es propositivo, esconde en sus juegos escénicos y rupturas ficcionales la esencia que subyace a la trama: la literatura y el teatro como vías de rehumanización sin perder ese motivo, ese brillo que impulsa a cada uno a vivir el día a día».
— Aurora Alejandra Lomelí Pérez: Rodando Cine
«El brillo de los días brilla principalmente en sus diálogos y en la química entres sus dos personajes principales».
— Domenico La Porta: Cineuropa
«Un retrato de las vidas que se viven en asilamiento y soledad (. . .) para Covi y Frimmel, no es en los encuentros dramáticos en los que se desarrollan sus personajes, sino en los momentos improvisados de conversación y gestos inesperados».
— Andrew Schenker: Slant Magazine