«Más que una narración, ‘Qué difícil es ser un dios’ es una experiencia que entiende a los sentidos como un castigo. A lo largo de su filmografía, German construyó este brillante estilo, sólo comparable al de sus colegas rusos Andréi Tarkovski y Aleksandr Sokurov».
– Alonso Díaz de la Vega: El Universal
«Qué difícil es ser un dios’ es, en nuestros días y con mucha oportunidad, una cinta claramente política. Detrás de sus alegorías y su barroquismo excesivo, se hace patente el estado actual de sociedades occidentales».
– Carlos Bonfil: La Jornada
«Qué difícil es ser un dios propone una incómoda inmersión en la barbarie sin bombona de oxígeno: una obra mayor que pide (y merece) entrega incondicional».
– Jordi Costa: El País
«Cada toma es una visión de pandemonio: una composición en claroscuro sin fin en la que perros, gallinas, buhos y erizos aparecen en términos equitativos de desconcierto al de los humanos, quien también son semi-bestiales (. . .) un infierno anacrónico de desarrollo atrofiado».
– Peter Brawdshaw: The Guardian